domingo, 25 de diciembre de 2016

El salto y el sendero.

No era un espejismo, sólo una prueba de fe. Di el salto, y.... no caí. Unos brazos me sujetaron y me ayudaron a bajar gentilmente al suelo. Una mano tomó la mía, yo tomé una mano. Ida y vuelta. Ahora somos dos caminando en una misma senda. Hasta que la senda se acabe, o hasta donde ambos sepamos andar juntos de la mano, cuidando uno del otro. Son días de sol, aún en pleno invierno. No me puedo quejar.
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