domingo, 5 de julio de 2015

Difícil es

A veces cuando hemos visto llover por tantos años, el día que el cielo comienza a clarear no nos damos cuenta. Creemos que sólo es un momento de luz y que después llegarán las acostumbradas nubes a oscurecer y mojarlo todo. Si vemos un rayo de sol creemos que es un relámpago del que mejor sería huir, para que no nos golpee. Cuando hemos pasado tanto tiempo viviendo en el desierto, el día que miramos a lo lejos el oasis creemos que se trata de un espejismo más, de esos que cada cierto tiempo se nos manifiestan cuando más sed tenemos. Cuando un perro fue educado y entrenado con órdenes, castigos y un plato de agua y pan como recompensa, difícil es mostrarle que también existen los mimos, las caricias, los premios y sólo porque sí, sin truco implícito, sólo por cariño.

Difícil es ahora, enseñarle a este corazón que la existencia es cambiante como el cielo, a veces diluvia, pero también a veces el sol vuelve a calentar toda la tierra; que es como un desierto, con muchas millas por andar entre dunas de arena, pero siempre con un oasis que nos recuerda que la vida siempre triunfa, siempre florece; que no todas las personas son malas o tienen malas intenciones, que también existe la gente buena, sencilla, derecha, la gente que como uno, sólo vive en busca de un lugar donde descansar, donde ser feliz.

Difícil es volver a creer en la belleza del amor, en el calor de la amistad, en la satisfacción de lo cotidiano. Difícil es escribir esto sin sentir que se moja todo el espíritu de lluvia. Difícil es creer que uno también es merecedor de un poco de descanso al interior de unos brazos que sólo buscan un abrazo, de una mano que sólo busca otra mano, de unos labios con un beso sincero.

Pero por difícil que sea, no se puede dejar de intentarlo, porque finalmente la vida es esto, un tren que viaja en línea recta, que pasa por muchas estaciones, y es uno el que elige dónde bajar, cuándo regresar, si seguir, o no.

Después de viajar, de vivir en otros sitios, se aprende que quizá la aventura es buena, pero lo que la vuelve maravilloso es la gente y los lugares que hacen no querer continuar el viaje, y permanecer. Lo mismo sucede con el amor. Es intenso, pero nunca será real si no hay permanencia, si no hay calma.

Hoy mi tren se ha detenido en un lugar que yo no conocía, donde hay agua, y sol, y verdes pastos; donde la gente es amigable, sincera, donde no hay conflictos, donde encontré incluso una mirada, y un beso, y un abrazo que tenía quizá toda una vida de no sentir.

Y yo tengo miedo de que sea un espejismo, una ilusión fallida, una estación breve. Y a ratos muero de ganas de saltar de regreso al tren, encogerme en mi asiento y dejar que la máquina me aleje de ahí, y me lleve muy lejos, muy lejos a nuevos lugares que me hagan olvidar ese lapsus de falsa dicha. Pero no puedo hacerlo, no quiero hacerlo. ¿Qué tal que no es una ilusión? ¿Qué tal que huyo y me pierdo en una nueva tormenta? ¿Qué tal que este lugar es el lugar al que se supone que debería de llegar, y no otro?
No puedo huir esta vez, de alguna manera tengo que olvidar el invierno, y darme cuenta que ya estamos en verano.

Difícil es.... pero no imposible.

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